lunes, 6 de diciembre de 2010

Decir una cosa y pensar otra

Hoy, tras escuchar el timbre, he abierto la puerta y me he encontrado con un hombre “enchaquetao” (a partir de ahora lo llamaré el hombre enchaquetao). La surrealista conversación que hemos mantenido el hombre enchaquetao y yo, me ha hecho pensar que a veces decimos una cosa y pensamos otra, y que todos somos realmente hipócritas, aunque nos esforcemos en hacer creer lo contrario.

Hipocrita

Hay veces que te ves obligado. Por ejemplo, le dices a tu novia: “Vamos a dejarlo un mes para pensar y recapacitar sobre el curso que está tomando la relación y al mes volvemos y ya hablamos”; y piensas: “Le voy a soltar dos o tres tiritos a una chavala que tengo medio-apalabrá, si me la trinco me la trinco, y si no, vuelvo con esta” Obviamente, no puedes decir esto último, pero sin duda no piensas hacer lo que estás diciendo.

Lo de hoy ha sido algo diferente, pero similar. El hombre enchaquetao, venía representando a la hermandad de no sé qué cristo (¿cuántos cristos hubo?) y para resumir, quería que yo le donara un euro al mes. Mi respuesta fue: “no, no puedo”, tras lo cual, el hombre enchaquetao muy astutamente me interpeló: “¿no puedes donar un euro al mes?”. Lo que yo realmente pensaba era: “Joder no es que no pueda, es que no quiero. No me da la gana darte un euro todos los meses cojones, no es que tenga yo nada en contra de tu hermandad, pero es que no me da la gana, ¿para qué necesita tu Cristo un euro mío todos los meses? Además tengo por costumbre no dar limosna a gente que va mejor vestida que yo”. Obviamente no contesté eso. Y por eso mismo la conversación se alargó unos interminables 20 minutos, para acabar con el mismo final que la otra respuesta hubiera obtenido en 30 segundos, pero así es la vida.

Sin embargo hay veces, que por la forma en que te lo pide, le darías todo lo que te pidiera. La siguiente es una historia real y verídica que me contó un amigo hace años.

Resulta que hace unos años, éste amigo se encontraba en su casa cuando llamaron al timbre, se dirigió a la puerta y al abrirla comprobó que era una mujer que iba pidiendo de casa en casa. La mujer sostenía un par de pilas en las manos y le dijo a mi amigo: “¿Ay mi ‘arma’, no tendrás por ahí una radio pa’ estas pilitas?” No sé cómo se le pudo ocurrir esa genialidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Creative Commons License
This work by Carlos Cruz is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.